martes, 27 de noviembre de 2012

La mula y el buey

 





         Creo que ningún medio de comunicación ha dejado de hacerse eco de la noticia, según la cual el Papa afirma en su último libro que en el portal de Belén no había ni mula ni buey. Lo han comentado de forma jocosa unos; otros buscando llevar el agua a su molino y frotándose las manos, porque así van a ir cayendo poco a poco los mitos que nos habían contado como verdades.
Lo cierto es que está creando sorpresa, estupor e incluso disgusto entre los propios cristianos católicos, que no entienden por qué hay que tocar una tradición tan arraigada y entrañable, siendo así que el asunto no se refiere a lo esencial. Y yo creo que tienen mucha razón, sobre todo si se añade el “con la que nos está cayendo”.
Pero seamos justos: Joseph  Ratzinguer se hace eco de que en los evangelios de la infancia, ni San Lucas ni San Mateo refieren la presencia de esos animales. Y es verdad. Pero tampoco resultaría extraño que estuviesen en aquel establo, como ha supuesto la tradición popular cristiana.
Yendo un poquito más al fondo, uno comprende la desazón de los católicos, que se esfuerzan en mantener el portal en sus casas, en la entrada de su bloque, en las plazas, en los colegios, frente a quienes desearían borrar todo vestigio de la venida de Cristo; quienes ya no utilizan la palabra Navidad y la llaman “estas fiestas”, intentado colarnos a Papá Noël, quien, por cierto, vestía originariamente de verde pero cambió al rojo por imposición de Coca Cola.
Además, convirtiendo en noticia algo con tan poco calado, damos una baza magnífica a quienes les molesta la propia existencia del cristianismo, porque es incomodo y saca los colores. Y es que en Navidad celebramos la Encarnación del Hijo de Dios hecho uno de nosotros, uno de tantos, asumiendo nuestra propia humanidad y compartiendo los avatares de la historia, sin permanecer, por tanto, ajeno a nada  de lo que sucede. Nunca mejor dicho que “lo sufre en propia carne”, como Él mismo afirmó muchas veces en el Evangelio.
Por eso haríamos mejor en centrar nuestra atención en el misterio del Dios hecho hombre, padeciendo Él mismo la falta de alimento, las penurias económicas, los desahucios, el debilitamiento de los sistemas de protección, frutos maduros de la injusticia y el ansia desmedida de riqueza y poder.
El Portal es una venerable tradición cristiana. Ponga el portal y llénelo de animales, incluidos la mula y el buey, pero no olvide que el centro es el Niño, el Dios hecho hombre, ese encuentro misterioso, pero real, de Dios con la humanidad, de Dios contigo y conmigo.

                                                                                  José Palomas Agout.
                                                                                              Párroco.
                                                                                        Noviembre 2.012.