Mientras
tomaba un café oía a mis espaldas una serie de comentarios sobre el tema
estrella en estos días: el donativo a Cáritas de esa cantidad por parte de uno
de los comerciantes más ricos de nuestro país. Hablo de esto porque, a juzgar
por la conversación, parecía que el señor en cuestión se presentaría en Cáritas
con un saco, lo vaciaría encima de una mesa y, a renglón seguido, comenzaría el
reparto entre todos los pobres.
Resumiendo,
que dentro de pocos días yo iría al banco, me darían la parte de nuestra
Cáritas y lo repartiríamos entre las personas que acuden a pedir. Aparte de los
consabidos chistes maliciosos, como “la mitad se lo guardarán los curas”,
bromeaban con apuntarse ellos también por si cae algo. Con los argumentos de
estos contertulios, si Cáritas está ayudando directamente a más de un millón y
medio de personas, tocarían a poco más de diez euros, y eso sin desquitar, claro, la parte de los
curas.
Pero
las cosas no son así, porque ni el donante ni Cáritas son tan torpes. ¿Cómo se
hace, entonces? Pues se redacta un convenio entre la fundación creada por este señor
y la Institución Cáritas Española, donde se especifica la cantidad, el tiempo
de duración, las parcelas en que el donante desea que se emplee
proporcionalmente, la forma concreta en que irán haciendo efectivos los pagos,
la justificación, el seguimiento y, normalmente, la auditoría por una entidad
externa a ambos. Entonces es cuando se firma y comienza a ponerse en práctica.
Tal
vez ayude un ejemplo tipo. Supongamos que unas monjitas quieren poner en marcha
un comedor social para indigentes. Pues deben presentan el proyecto a Cáritas
Española, incluyendo todos los gastos que originaría: local, electricidad,
personal, alimentos, etc, etc. Ese proyecto es estudiado entre otros muchos que
se presentarán, como es natural. Y, si se amolda a la voluntad del donante y el
beneficio para los pobres compensa el gasto, es aprobado total o parcialmente.
A partir de aquí la institución que regenta ese comedor social presenta
mensualmente las facturas de gastos, que es abonada con dinero de la donación.
Naturalmente no se aceptarán facturas que no reúnen todos los requisitos
legales, puesto que las cuentas serán auditadas.
No
es la primera vez que Cáritas recibe donaciones de particulares o subvenciones
de organismos oficiales. Tiene, por tanto, mucha experiencia en este tipo de
actuaciones y goza de gran prestigio, porque es exquisita en la justificación cuentas.
Para corroborar lo dicho baste recurrir al ejemplo de este señor, que conoce el
mundo y no parece que se deje engañar fácilmente. Pues bien, él ha confiado precisamente
en la Institución Samaritana de la Iglesia Católica. No hay dinero en maletines
o bolsas de plástico, ni se lo reparten en una habitación cerrada al estilo
Alí- Baba.