Creo que ningún medio de
comunicación ha dejado de hacerse eco de la noticia, según la cual el Papa
afirma en su último libro que en el portal de Belén no había ni mula ni buey.
Lo han comentado de forma jocosa unos; otros buscando llevar el agua a su
molino y frotándose las manos, porque así van a ir cayendo poco a poco los
mitos que nos habían contado como verdades.
Lo
cierto es que está creando sorpresa, estupor e incluso disgusto entre los
propios cristianos católicos, que no entienden por qué hay que tocar una
tradición tan arraigada y entrañable, siendo así que el asunto no se refiere a lo
esencial. Y yo creo que tienen mucha razón, sobre todo si se añade el “con la
que nos está cayendo”.
Pero
seamos justos: Joseph Ratzinguer se hace
eco de que en los evangelios de la infancia, ni San Lucas ni San Mateo refieren
la presencia de esos animales. Y es verdad. Pero tampoco resultaría extraño que
estuviesen en aquel establo, como ha supuesto la tradición popular cristiana.
Yendo
un poquito más al fondo, uno comprende la desazón de los católicos, que se
esfuerzan en mantener el portal en sus casas, en la entrada de su bloque, en
las plazas, en los colegios, frente a quienes desearían borrar todo vestigio de
la venida de Cristo; quienes ya no utilizan la palabra Navidad y la llaman
“estas fiestas”, intentado colarnos a Papá Noël, quien, por cierto, vestía
originariamente de verde pero cambió al rojo por imposición de Coca Cola.
Además,
convirtiendo en noticia algo con tan poco calado, damos una baza magnífica a
quienes les molesta la propia existencia del cristianismo, porque es incomodo y
saca los colores. Y es que en Navidad celebramos la Encarnación del Hijo de
Dios hecho uno de nosotros, uno de tantos, asumiendo nuestra propia humanidad y
compartiendo los avatares de la historia, sin permanecer, por tanto, ajeno a nada de lo que sucede. Nunca mejor dicho que “lo
sufre en propia carne”, como Él mismo afirmó muchas veces en el Evangelio.
Por
eso haríamos mejor en centrar nuestra atención en el misterio del Dios hecho
hombre, padeciendo Él mismo la falta de alimento, las penurias económicas, los
desahucios, el debilitamiento de los sistemas de protección, frutos maduros de
la injusticia y el ansia desmedida de riqueza y poder.
El
Portal es una venerable tradición cristiana. Ponga el portal y llénelo de
animales, incluidos la mula y el buey, pero no olvide que el centro es el Niño,
el Dios hecho hombre, ese encuentro misterioso, pero real, de Dios con la
humanidad, de Dios contigo y conmigo.