viernes, 15 de marzo de 2013

Francisco


Francisco.
Me gusta. Después de la sorpresa y el desconcierto inicial, porque ya los medios nos había metido en la cabeza unos cuantos nombres, apareció él.
En este tiempo en que apenas podemos digerir tanta información, los signos, los gestos cobran un sentido especial. La iglesia debe cuidarlos con mimo si quiere seguir a Jesús de Nazaret, en quien entre las palabras –pocas- y las obras –muchas- no existía contradicción.
 Yo me temía un discurso redondeado, escrito mirando a la galería, para dar  titulares, ya que el mundo entero estaba pendiente de aquellos labios. Pero no, habló sencillamente, deseando buenas noches y llamando hermanos a quienes lo vitoreaban en la plaza de San Pedro.
Pues sí, se presentó con la sotana pelada, sin armiños ni símbolos de poder, adornado solamente con su cruz de obispo. Y nos puso a rezar. También aquí uno esperaría del Papa que se despachara con unos latinajos o una serie de textos rebuscados para la ocasión. ¿Y qué hizo? Lo que un pobre párroco ante un moribundo: primero Padrenuestro, Ave María y Gloria y después un momento de oración en silencio de toda la familia.
Esta noche, una señora en la puerta de nuestra Cáritas me ha dicho que el Papa le cae bien, que despide alegría y bondad. Creo que se hace eco del común sentir del Pueblo de Dios, dotado de un sexto sentido para captar qué actitudes son un reflejo de Jesús. No le demos muchas vueltas, parecerse al maestro ahorra muchos discursos, reuniones y catequesis, porque la gente lo capta a la primera.
Intuyo que va a necesitar los siete dones – y al propio Espíritu Santo, al que tendrán que echar una mano el Padre y el Hijo- si quiere poner en práctica algo de lo que ha asomado.

Voy a rezar por él con todas mis fuerzas. Me ha dado una gran alegría. Tengo derecho a la esperanza y no pienso desaprovechar este momento. Dios ya ha hecho su tarea. Ahora nos toca a nosotros. Hay que cuidar esta planta, hacer que crezca y dé frutos. ¡Bienvenido, Francisco, hermano!
                                                                                                 José Palomas Agout, párroco.
                                                                                                             14 Marzo 2013.



PD. Oigo en las noticias de la tarde que, terminado el saludo en la plaza,
 volvió con los cardenales a su residencia en el mismo autobús, 
dejando plantado el coche oficial que le correspondía como Papa.
 

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