Francisco.
Me gusta. Después de la
sorpresa y el desconcierto inicial, porque ya los medios nos había metido en la
cabeza unos cuantos nombres, apareció él.
En este tiempo en que apenas
podemos digerir tanta información, los signos, los gestos cobran un sentido
especial. La iglesia debe cuidarlos con mimo si quiere seguir a Jesús de
Nazaret, en quien entre las palabras –pocas- y las obras –muchas- no existía
contradicción.
Yo me temía un discurso redondeado, escrito mirando
a la galería, para dar titulares, ya que
el mundo entero estaba pendiente de aquellos labios. Pero no, habló
sencillamente, deseando buenas noches y llamando hermanos a quienes lo
vitoreaban en la plaza de San Pedro.
Pues sí, se presentó con la
sotana pelada, sin armiños ni símbolos de poder, adornado solamente con su cruz
de obispo. Y nos puso a rezar. También aquí uno esperaría del Papa que se
despachara con unos latinajos o una serie de textos rebuscados para la ocasión.
¿Y qué hizo? Lo que un pobre párroco ante un moribundo: primero Padrenuestro,
Ave María y Gloria y después un momento de oración en silencio de toda la
familia.
Esta noche, una señora en la
puerta de nuestra Cáritas me ha dicho que el Papa le cae bien, que despide
alegría y bondad. Creo que se hace eco del común sentir del Pueblo de Dios, dotado
de un sexto sentido para captar qué actitudes son un reflejo de Jesús. No le
demos muchas vueltas, parecerse al maestro ahorra muchos discursos, reuniones y
catequesis, porque la gente lo capta a la primera.
Intuyo
que va a necesitar los siete dones – y al propio Espíritu Santo, al que tendrán
que echar una mano el Padre y el Hijo- si quiere poner en práctica algo de lo
que ha asomado.
Voy
a rezar por él con todas mis fuerzas. Me ha dado una gran alegría. Tengo
derecho a la esperanza y no pienso desaprovechar este momento. Dios ya ha hecho
su tarea. Ahora nos toca a nosotros. Hay que cuidar esta planta, hacer que
crezca y dé frutos. ¡Bienvenido, Francisco, hermano!
José
Palomas Agout, párroco.
14
Marzo 2013.
PD. Oigo
en las noticias de la tarde que, terminado el saludo en la plaza,
volvió con los cardenales a su residencia en el mismo autobús,
dejando plantado el coche oficial que le correspondía como Papa.
volvió con los cardenales a su residencia en el mismo autobús,
dejando plantado el coche oficial que le correspondía como Papa.